miércoles, 20 de abril de 2011

Con aire otoñal

Tengo un abril extraño
como un insecto de cristal
que me mira desde lejos
(no me deja de mirar),
cree que yo soy el extraño,
yo, con mi soledad;
no sabe nada sobre años,
no sabe lo que va mal
porque él nunca ha pasado
un mes entero sin llorar.

Este abril me sabe extraño,
creo que tiene maldad,
se disfraza de anticuario
con aire otoñal,
pero yo conozco su pasado
y sé hasta dónde puede llegar,
yo sé que está molesto
por su existencial brevedad.

Este abril es insolente,
es grosero y casual,
tiene algo de espeso,
de difícil de tragar,
me recuerda a los agostos
a los eneros de falsedad,
a los proyectos de enmienda
y las semanas de castidad.
Es abril un cementerio,
una cueva sin formar,
un epitafio incompleto…

jueves, 7 de abril de 2011

Dichos

Diría que estoy solo
pero no sería cierto,
diría que estoy perdido
que ya no tengo remedio,
pero si tus dedos alcanzo
si puedo contar tus cabellos
nunca me habré perdido,
seguiré intentando ser recuerdo;
un bufón que sirva
para alegrar a tus muertos,
 un arlequín travieso
que desenrede tus esfuerzos
y sea amuleto de tu vida
y maestro en tus secretos.


Diría que puedo contarte
mis dramas y tus cuentos,
pero si estás en el sol que mima
a la Tierra en desconcierto,
y en las flores que danzan
acariciadas por el viento
extraño de mi vida,
no podré soltar mi aliento
ni hablarte de maravillas
irreales, de desiertos
dormidos por las tardes
ni de noches de conventos.


Diría que ya no existes,
que eres sólo pensamiento,
un profano sacrificio
un insolente recuerdo
sumergido en mis archivos,
desdibujado por el tiempo,
que desde su altar me mira
y me juzga con su silencio;
pero me apuntas con tu dedo
sin saber que ya estoy muerto;
porque tus ojos ya no miran
tienen otros pasatiempos,
juegan a decir mentiras,
callar verdades, soltar enredos.


Formas párrafos de arcilla
y flexibles argumentos
sin saber que estás perdida
desde antes de entenderlo.
Diría que estás rendida
y que yo estoy contento,
pero no sé decir mentiras
sé jugar otros juegos,
y correr y levantarme,
pero no sé hablar de tiempos.
Diría que ya te fuiste
pero yo ya no me creo.

miércoles, 6 de abril de 2011

Prisionera

He estado sentada durante mucho tiempo en medio de esta oscuridad, sintiendo el metal frío bajo mi piel desnuda y soportando la pestilencia que flota en el aire.

Estoy en el centro de una jaula cubierta de forma acampanada, la tela que la envuelve es delgada y se deja atravesar débilmente por la luz exterior. Puedo tocar los barrotes y distinguirlos como finas columnas negras que se recortan sobre el fondo grisáceo de la tela que me separa de lo externo.

Siento que están moviendo la jaula. Oigo voces que se quejan de lo pesada que es la carga. Me doy cuenta de que ahora estoy donde debería estar, en el centro de un escenario lista para mi exhibición. Escucho la voz del presentador y los murmullos impacientes del público que espera verme.

–Por fin –dice el presentador– aquí tienen la atracción principal.

Sé que habla de mí y tiemblo de miedo porque pronto levantarán la tela y quedaré expuesta al público. Puedo adivinar sus horribles rostros, sus miradas morbosas estudiándome; ya los he visto antes, son seres extraños, diferentes, viven en grandes urbes rodeados de comodidades y destruyendo todo lo que tocan.

–Bajo esta cortina, se encuentra un espécimen único, probablemente la última de una especie que se creía extinta –el público se agita, casi puedo percibir sus rojas miradas atravesando la cortina–. ¡Aquí está!

La cortina comienza a subir. Retrocedo, apoyo mi espalda contra los helados barrotes, tensiono mis músculos preparándome para el enfrentamiento. La cortina desaparece y los veo a todos, envueltos en una luz tan intensa, molesta, a la que mis ojos se acostumbran rápidamente.

–¡He aquí: Un auténtico ser humano!

Entrecierro los ojos y muestro los dientes, no les permitiré amedrentarme. Observo sus horribles rostros, sus cuerpos pequeños y metálicos. Me miran asombrados o asustados, es difícil distinguir las emociones en sus facciones planas.

–No tengan miedo, no puede escapar ni hacerles daño.

Murmuran entre ellos y me doy cuenta de que en realidad me tienen miedo y eso me tranquiliza, porque sé que tarde o temprano alguien cometerá un error, yo lo aprovecharé para escapar de esta jaula y entonces verán, ya verán.