jueves, 21 de julio de 2011

Cansado


Jamás había estado tan cansado. Estoy seguro de eso. Sólo recordar la discusión que tuve con Bernarda me deja completamente agotado. Su lengua es agresiva y violenta, y las palabras que suelta son pesadas. Finalmente uno se cansa de escucharla y cae vencido bajo el peso de sus insultos. No es la primera vez que me quedo atrapado en una discusión con Bernarda, pero esta vez puedo asegurar que el motivo fue ridículo.

Empezó todo con un reclamo suyo sobre mis zapatillas. Exasperada me reclamó que: cómo se me ocurre usar zapatillas amarillas para salir, ¡Y esos pantalones!, y resultó que soy un desarreglado,  y desde desarreglado me ascendió a inútil, desde allí a inservible y finalmente me coronó como una basura.

Mientras bostezo en mi cama recuerdo su mirada ponzoñosa y esa lengua rosada que amenaza con salirse de la boca de Bernarda cada vez que escupe sus insultos. Yo no la odio, porque no soy una mala persona. Pero a veces me canso de escucharla y simplemente me encierro en mi pieza que tiene paredes gruesas y no me permite  escuchar con claridad los ruidos exteriores.

Claro que Bernarda, obstinada como es, no deja que me retire impune. Me sigue por las escaleras gritándole a mi espalda y luego cuando mi cuerpo desaparece en el interior de mi habitación, sigue insultando a mi  puerta cerrada, a pesar de que sabe que las voces desde afuera sólo me llegan como murmullos inteligibles.

Ahora mismo puedo escuchar su voz confusa afuera, evitando que descanse y me libere de ella. Pero una voz nueva aparece y la manda a callar con firmeza. Es la voz de un hombre, la reprende molesto. Es extraño, porque en esta casa sólo vivimos nosotros dos y ya es tarde. Bernarda le habla asustada, se me ocurre que quizá se trata de un ladrón, pero no puedo entender lo que le dice. La voz masculina le grita, creo que la amenaza y emite otro ruido extraño que no parece provenir de una boca humana, es como un rugido.

Bernarda comienza a gritar mientras la voz masculina, que definitivamente ya no parece humana, suelta gruñidos feroces y aterradores. Escucho que alguien golpea mi puerta desesperadamente, seguro es Bernarda porque me parece que son puños pequeños. Creo que pide auxilio. El hombre que está con ella ruge como una bestia salvaje y se escuchan los gritos de la desesperada Bernarda. Puedo escuchar claramente que grita mi nombre en medio de sus agónicos alaridos. Quisiera levantarme y ayudarla pero sucede que estoy cansado, muy cansado.

9 comentarios:

  1. Y cuando nos cansan, nos cansan...Qué buen final, con ese toque de misterio.

    Saludos muchos, Emanuel. Que tengas lindos días.

    ResponderEliminar
  2. Ha probado usted, no sólo crispar los nervios del lector con su Bernarda increpando hasta el hartazgo al protagonista, sino elucubrar con ese otro misterioso personaje que aparece "¿como una salvación?"; no importa, realmente no importa, lo valeroso es extremar la ironía y la mordacidad que, después de todo, no ofende al lector, casi la agradece, y aquí dejo la línea, porque yo sí ¡vaya que estoy cansado!
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. ¡El final de tus relatos siempre me impacta! Cuando nos cansan, nos cansan... qué se le hace.
    Me encantó ese toque de misterio, te leo.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  4. Todos tenemos algo de dualidad: uno se cansa de oir reproches, de que nos quiten nuestra personalidad, entonces sale el otro yo, menos apacible quizás, quizás el que no queremos sacar, pero nos obligan a relucir...
    Tus historias me fascinan, con ese toque de misterio que te caracteriza.

    Muaks.

    ResponderEliminar
  5. Enhorabuena!!!Me encanta tu relato...llegué hasta aquí no como pero con tu permiso...aquí me quedo!!besos

    ResponderEliminar
  6. Ya sabía yo que Bernarda iba a reencarnar. Cuidado con el cansancio o el sueño, "produce monstruos". Quizás ese fantasma sigue ensañada con la memoria de Pepe el Romano, no te le parezcas, sigue vistiendo como quieras, sigue pasando de largo, no le abras la puerta del corazón.

    ResponderEliminar
  7. Terrible Bernarda, pero tus palabras tan reales, que la vi, la oi....mejor me voy a ver si me sigue. Un abrazo

    ResponderEliminar
  8. Ay Bernarda, Bernarda no se puede levantar tanto la voz que van y te oyen y además vienen....y.....si no estuviera tan cansada...
    Pasé a conocerte desde el blog de Julio y aquí sigo.

    ResponderEliminar
  9. Hay Bernardas y Bernardos que actúan así,voy acompañando al que esta cansado de tanta persecuta verbal,siguiendo tu pluma creativa da para pensar, si la voz del hombre que la golpea, del que ella quiere escapar desesperada.Es él mismo cansado,cansado, en acción, sueño o realidad?
    Re-bueno el relato,Enmanuel.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar