Jamás había estado tan cansado.
Estoy seguro de eso. Sólo recordar la discusión que tuve con Bernarda me deja
completamente agotado. Su lengua es agresiva y violenta, y las palabras que
suelta son pesadas. Finalmente uno se cansa de escucharla y cae vencido bajo el
peso de sus insultos. No es la primera vez que me quedo atrapado en una
discusión con Bernarda, pero esta vez puedo asegurar que el motivo fue
ridículo.
Empezó todo con un reclamo suyo
sobre mis zapatillas. Exasperada me reclamó que: cómo se me ocurre usar
zapatillas amarillas para salir, ¡Y esos pantalones!, y resultó que soy un
desarreglado, y desde desarreglado me
ascendió a inútil, desde allí a inservible y finalmente me coronó como una
basura.
Mientras bostezo en mi cama
recuerdo su mirada ponzoñosa y esa lengua rosada que amenaza con salirse de la
boca de Bernarda cada vez que escupe sus insultos. Yo no la odio, porque no soy
una mala persona. Pero a veces me canso de escucharla y simplemente me encierro
en mi pieza que tiene paredes gruesas y no me permite escuchar con claridad los ruidos exteriores.
Claro que Bernarda, obstinada
como es, no deja que me retire impune. Me sigue por las escaleras gritándole a
mi espalda y luego cuando mi cuerpo desaparece en el interior de mi habitación,
sigue insultando a mi puerta cerrada, a
pesar de que sabe que las voces desde afuera sólo me llegan como murmullos
inteligibles.
Ahora mismo puedo escuchar su voz
confusa afuera, evitando que descanse y me libere de ella. Pero una voz nueva
aparece y la manda a callar con firmeza. Es la voz de un hombre, la reprende
molesto. Es extraño, porque en esta casa sólo vivimos nosotros dos y ya es
tarde. Bernarda le habla asustada, se me ocurre que quizá se trata de un
ladrón, pero no puedo entender lo que le dice. La voz masculina le grita, creo
que la amenaza y emite otro ruido extraño que no parece provenir de una boca
humana, es como un rugido.
Bernarda comienza a gritar
mientras la voz masculina, que definitivamente ya no parece humana, suelta
gruñidos feroces y aterradores. Escucho que alguien golpea mi puerta
desesperadamente, seguro es Bernarda porque me parece que son puños pequeños. Creo
que pide auxilio. El hombre que está con ella ruge como una bestia salvaje y se
escuchan los gritos de la desesperada Bernarda. Puedo escuchar claramente que
grita mi nombre en medio de sus agónicos alaridos. Quisiera levantarme y
ayudarla pero sucede que estoy cansado, muy cansado.
Y cuando nos cansan, nos cansan...Qué buen final, con ese toque de misterio.
ResponderEliminarSaludos muchos, Emanuel. Que tengas lindos días.
Ha probado usted, no sólo crispar los nervios del lector con su Bernarda increpando hasta el hartazgo al protagonista, sino elucubrar con ese otro misterioso personaje que aparece "¿como una salvación?"; no importa, realmente no importa, lo valeroso es extremar la ironía y la mordacidad que, después de todo, no ofende al lector, casi la agradece, y aquí dejo la línea, porque yo sí ¡vaya que estoy cansado!
ResponderEliminarUn abrazo.
¡El final de tus relatos siempre me impacta! Cuando nos cansan, nos cansan... qué se le hace.
ResponderEliminarMe encantó ese toque de misterio, te leo.
Un beso.
Todos tenemos algo de dualidad: uno se cansa de oir reproches, de que nos quiten nuestra personalidad, entonces sale el otro yo, menos apacible quizás, quizás el que no queremos sacar, pero nos obligan a relucir...
ResponderEliminarTus historias me fascinan, con ese toque de misterio que te caracteriza.
Muaks.
Enhorabuena!!!Me encanta tu relato...llegué hasta aquí no como pero con tu permiso...aquí me quedo!!besos
ResponderEliminarYa sabía yo que Bernarda iba a reencarnar. Cuidado con el cansancio o el sueño, "produce monstruos". Quizás ese fantasma sigue ensañada con la memoria de Pepe el Romano, no te le parezcas, sigue vistiendo como quieras, sigue pasando de largo, no le abras la puerta del corazón.
ResponderEliminarTerrible Bernarda, pero tus palabras tan reales, que la vi, la oi....mejor me voy a ver si me sigue. Un abrazo
ResponderEliminarAy Bernarda, Bernarda no se puede levantar tanto la voz que van y te oyen y además vienen....y.....si no estuviera tan cansada...
ResponderEliminarPasé a conocerte desde el blog de Julio y aquí sigo.
Hay Bernardas y Bernardos que actúan así,voy acompañando al que esta cansado de tanta persecuta verbal,siguiendo tu pluma creativa da para pensar, si la voz del hombre que la golpea, del que ella quiere escapar desesperada.Es él mismo cansado,cansado, en acción, sueño o realidad?
ResponderEliminarRe-bueno el relato,Enmanuel.
Un abrazo!